Desde 1967, el 2 de abril, coincidiendo con la fecha del nacimiento
del escritor danés Hans Christian Andersen, el IBBY (International Board
on Books for Young People) promueve la celebración del Día Internacional
del Libro Infantil con el fin de promocionar el libro infantil y juvenil y
la lectura entre los más jóvenes.
Cada año una Sección Nacional tiene la oportunidad de ser la patrocinadora
internacional del Día del Libro Infantil y selecciona un escritor representativo
y a un reconocido ilustrador de su país para que elaboren el mensaje dirigido a
todos los niños y el cartel que se distribuye por todo el mundo, promoviendo
la celebración de actividades en las bibliotecas, centros escolares, librerías, etc.
Este año le ha tocado el turno a México y ha sido Francisco Hinojosa ,
poeta, narrador y editor mexicano, el autor del mensaje Había una vez un cuento
que contaba el mundo entero. El mensaje está dirigido a todos los niños del mundo,
Juan Gedovius se distribuirá, al menos, en 76 países. Les ofrecemos a continuación
el texto en su integridad:
Había una vez un cuento que contaba el mundo entero
Había una vez un cuento que contaba el mundo entero. Ese cuento en realidad no era
uno solo, sino muchos más que empezaron a poblar el mundo con sus historias de niñas
desobedientes y lobos seductores, de zapatillas de cristal y príncipes enamorados, de
gatos ingeniosos y soldaditos de plomo, de gigantes bonachones y fábricas de chocolate.
Lo poblaron de palabras, de inteligencia, de imágenes, de personajes extraordinarios.
Le permitieron reír, asombrarse, convivir. Lo cargaron de significados.
Y desde entonces esos cuentos han continuado multiplicándose para decirnos
mil y una veces “Había una vez un cuento que contaba el mundo entero…”
Al leer, al contar o al escuchar cuentos estamos ejercitando la imaginación,
como si fuera necesario darle entrenamiento para mantenerla en forma.
Algún día, seguramente sin que lo sepamos, una de esas historias acudirá
a nuestras vidas para ofrecernos soluciones creativas a los obstáculos
que se nos presenten en el camino.
Al leer, al contar o al escuchar cuentos en voz alta también estamos repitiendo
un ritual muy antiguo que ha cumplido un papel fundamental en la historia
de la civilización: hacer comunidad. Alrededor de esos cuentos se han reunido
las culturas, las épocas y las generaciones para decirnos que somos uno solo
los japoneses, los alemanes y los mexicanos; aquellos que vivieron en el siglo XVII
y nosotros que leemos un cuento en la internet; los abuelos, los padres y los hijos.
Los cuentos nos llenan por igual a los seres humanos, a pesar de nuestras enormes
diferencias, porque todos somos, en el fondo, sus protagonistas.
Al contrario de los organismos vivos, que nacen, se reproducen y mueren, los cuentos,
que surgen colmados de fertilidad, pueden ser inmortales. En especial aquellos de
tradición popular que se adecúan a las circunstancias y el contexto del presente en
el que son contados o reescritos. Se trata de cuentos que, al reproducirlos o escucharlos,
nos convierten en sus coautores.
Y había una vez, también, un país lleno de mitos, cuentos y leyendas que viajaron
por siglos, de boca en boca, para exhibir su idea de la creación, para narrar su historia,
para ofrecer su riqueza cultural, para excitar la curiosidad y llenar de sonrisas los labios.
Era también un país en el que pocos de sus pobladores tenían acceso a los libros.
Pero eso es una historia que ya ha empezado a cambiar. Hoy los cuentos están
llegando cada vez más a rincones apartados de mi país, México. Y al encontrarse
con sus lectores están cumpliendo con su papel de hacer comunidad, hacer familia
y hacer individuos con mayor posibilidad de ser felices.
Francisco Hinojosa
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